Una vez alguien me dijo algo que nunca olvidaré ...
(Que pena que tampoco lo recordaré)
Bueno, volviendo a esta entrada, que cosa lo de escribir no?
Pocas cosas mas mediocres y flojas que leer a alguien que escribe sobre sus propios
escritos, alguien que se autocomenta, Que ...acaso te crees Macedonio?. (Voy a subirme a una escalera para cambiar una lamparita tratando de ser lo menos Lázaro Costa posible).
Que raro, como se puede estar tan enamorado a veces y como puede tender uno a creer: que aquí no ha pasado nada, que hemos vuelto a ser extraños y no habrá mas miraditas complices ni jueguecitos, ni ese tipo de payasadas. Podría seguir por ese camino y tratar de desentrañar lo que se oculta en los callejones mas oscuros de mi espíritu, pero ya se torna aburrido, mejor hago algo copado y les cuento una historia de colectivos, esas siempre pagan.
Volvía de una interesante reunión con mi amigo Juan cuando decidí subirme a un 60 que había parado convenientemente en la parada designada la cual se encontraba a metros de mi locación en ese momento (me suele pasar cuando el colectivo para en el lugar correcto y estoy caminando justo por el sector de la vereda destinado a dicha detención). Me despedí de mi amigo Juan con un fuerte abrazo y me subí al colectivo con animo de sentarme para dejar que la cerveza negra siguiera haciendo su efecto. Estoy por ubicarme en algún lugar incómodo cuando veo que un asiento se libera y es de los mas codiciados, doble, sector derecho, debajo de una luz, tiene todavía la butaca sin bandalizar, un auténtico lujo pequeñoburgués. Me dispongo a sentarme lentamente cuando un hombrecito diminuto que estaba sentado en uno de esos antipáticos asientos que viajan dando la espalda al camino, ya saben, de esos que obligan al contacto visual con el/la extraño/a de turno que tiene la desgracia de sentarse frente a nosotros, decía estaba por sentarme cuando este hombrecito da un brinco y deslizandose por el caño cual bailarina exótica me primerea el asiento; a lo que yo, primero me sorprendo y luego lo miro un instante para estallar en una sonora carcajada que solamente termina cuando me siento en el sillón de mi casa.
Como si fuera poco, cada vez que pensaba que el asunto dejaba de ser gracioso y consideraba dejar de reirme del pobre tipo, el émulo de Spiderman hacía otra de las suyas, como santiguarse en todas las esquinas, reconozco que no soy una eminencia en religión, pero no creo haber visto una iglesia o parroquia en cada esquina. Me tomo un rato entender que en realidad el leprechaun le hacia la señal de la cruz a los tachos de basura y el solo hecho de haberlo pensado y creerme tan ocurrente por haberlo descubierto me hizo reir aún mas fuerte.
Larga Vida a los hombrecitos saltarines y que nunca se queden sin asientos en el colectivo.....
18 sept 2007
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