4 mar 2008

No hay distintos tonos de negro

Hoy viajaba en el colectivo y un puñado de palabras comenzó a repiquetear en las paredes de mi cabeza como esas frases que nacen desafiliadas y pasean su miseria por cada rincón del arcano cerebral reclamando pertenencia si cabe a una región u otra. "Libro de Quejas" me dije, pero sabía que el término
no era el apropiado. Un libro (por mucho que intenten negarlo los integrantes más flexibles de nuestra fauna literaria) es de por si una estructura de sanción rígida que no admite en sus formas la libre manipulación, el andar
tachando o borrando lo que ha sido escrito, piensen incluso que para prevenir dichos deslices por parte del lector los libros vienen impresos...
La palabra faltante era cuaderno, un cuaderno de quejas, solo faltaba saber de donde venía ese armado que ya se me
antojaba a recuerdo...

Luego de 219 años, necesito un cuaderno de quejas y como buen pequeño burgués, haré de mi necesidad la suya :)

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